¿Cómo puede el cambio de actitud personal mejorar
nuestra vida?
Café Filosófico No. 450
08 de
febrero del 2008
Carmen Zavala
Esta pregunta se puede dividir en una serie de sub-preguntas:
1) ¿Cómo podemos lograr un cambio de actitud?
2) ¿A qué puede conducir un cambio de actitud?
3) ¿Cómo podemos lograr un cambio en nuestras vidas?
4) ¿Es todo cambio una mejora?
5) ¿Cómo podemos mejorar nuestras vidas?
Para poder cambiar de actitud frente a la vida es necesario primero conocer cuál es nuestra actual actitud frente a la vida. En otras palabras, el primer paso es conocernos a nosotros mismos y a los presupuestos filosóficos que subyacen a nuestras acciones y de los cuales se desprende nuestra visión del mundo y nuestra actitud frente a la vida.
Por ejemplo, si alguien viene a intervenir al Café, pensando que se va a encontrar con fulano y mengano y se proyecta ya con entusiasmo a las discusiones que van a tener, es distinto a alguien que viene con el ánimo de intervenir pero que no le interesa escuchar lo que dicen los demás, esa son 2 actitudes diferentes frente a los demás y al mundo. Si alguien viene siempre y escucha, pero nunca se atreve a intervenir él mismo, esa es otra actitud. Si alguien viene pensando: “Hoy voy a destruir a fulano y mostrarle a todos lo equivocado que está” o si viene otro pensando en señalar los errores que hay en la organización y las reglas del Café, esas son todas diferentes actitudes detrás de las cuáles subyacen diferentes presupuestos filosóficos que se pueden ir reconociendo poco a poco, si se trabaja en la reflexión sobre éstos, en cada caso particular.
Tomemos el caso hipotético de Pedro, una persona que viene específicamente a “destruir” a X, para mostrarle a todos lo equivocado que está.
¿Por qué sería importante para Pedro “destruir” a X ante los ojos de los demás? En esta actitud parecen haber varios presupuestos.
1. Los demás no están en capacidad de ver lo mismo que yo veo. Es necesario que yo les muestre la verdad.
2. No es fácil ver la verdad.
3. Hay quienes quieren ocultar o tergiversar la verdad. Tal es el caso de X. Tienen mala voluntad y es necesario ser implacables con ellos.
4. Es necesario luchar contra los que quieren ocultar/tergiversar la verdad.
5. El mundo se propone como una lucha entre la verdad y la mentira (¿entre el bien y el mal?). Yo tengo que intervenir en favor de los que quieren la verdad, pero no están capacitados para reconocerla por sí solos.
Supongamos que Pedro un día se levanta y decide cambiar de actitud. Unos amigos o algún psicólogo le han hecho “darse cuenta” de que su actitud es percibida por los demás como que es una persona agresiva e intolerante: Pedro decide entonces que ya no vendrá al Café Filosófico a desenmascarar a nadie. Tratará de ser amplio y ver el lado positivo de lo que los demás, y en especial, de lo que X diga. Al principio se tiene que contener, porque no soporta que digan todas las cosas erradas que se afirman, pero poco a poco va controlando ese sentimiento y después de unas sesiones él mismo se asombra de que ya no le importa que X diga lo que buenamente desee. Incluso descubre que una que otra cosa que dice X no está del todo mal.
La gente que conoce a Pedro, coincide en considerar que ha cambiado de actitud. Este sería el típico “cambio de actitud” por “decisión” y “fuerza de voluntad”, ya sea porque se lo aconseja alguien, porque “se da cuenta” de que la actitud anterior no le favorece, porque lo ha decidido a partir de la lectura de algún libro de autoayuda, etc.
Tenemos acá un cambio de actitud, que no se debe a algún cambio de accionar, forzado tal vez, por las condiciones materiales de existencia de la persona. Pero este cambio de actitud lleva a la persona a actuar de otra manera (por decisión propia).
Pedro no ha cambiado su visión del mundo, ni los presupuestos filosóficos subyacentes tras su actitud inicial. Sigue pensando que los demás no están en capacidad de ver lo mismo que él ve. Que hay quienes quieren ocultar o tergiversar la verdad. Que tal es el caso de X. Que el mundo se propone como una lucha entre la verdad y la mentira. Nada ha pasado, para que Pedro modifique estos presupuestos. Entonces su cambio de actitud, que lleva a una modificación de su accionar, en este caso, a una actitud pasiva frente a la participación de X y los demás, modificará un cambio en su perspectiva sobre su propio papel frente a su visión del mundo. En otras palabras, de mantenerse su cambio de actitud y de accionar, empezará a justificar este cambio en el contexto de su visión del mundo. Esto puede cristalizarse en que Pedro afirme que si bien hay una verdad, que no todos pueden ver, él no puede hacer nada para evitarlo. Que si bien hay quienes quieren ocultar o tergiversar esa verdad, como X, él prefiere mantenerse al margen del enfrentamiento. Que si bien en el mundo hay una lucha entre la verdad y el engaño, él considera que ya hizo lo suficiente, que no se puede luchar con palabras, que otros tomen la posta de discutir o que toda lucha o discusión carece de sentido y es mejor ocuparse de sus propios asuntos. Por lo que eventualmente, tal vez empiece incluso a dejar de asistir al Café.
Tenemos aquí pues un ejemplo de un cambio de actitud, sin origen en un cambio de la situación material de la persona, el cual ha llevado a un cambio de acciones concretas, las cuales modifican la visión del mundo de la persona, pero no en sus presupuestos filosóficos básicos, sino sólo con respecto a lo que ha sido modificado: es decir con respecto a su actitud frente a su visión del mundo. En el ejemplo dado, la actitud de Pedro ha pasado de ser activa a ser pasiva y consecuentemente su visión del mundo ha pasado a incluir una justificación para dicha actitud pasiva.
Desde el punto de vista de la Filosofía, lo que es interesante, en cambio, es la posibilidad de verdaderos cambios o ampliaciones de la visión del mundo de la persona. El simple cambio de actitud que la persona pueda tener frente a su visión del mundo, no es de mayor interés para la filosofía, porque los presupuestos filosóficos detrás de esa visión del mundo han quedado prácticamente intactos.
Pero ¿qué es lo que modifica entonces nuestra visión del mundo? Lo que modifica nuestra visión del mundo, son nuestras acciones y no viceversa. Nuestra mente, se adapta a nuestras acciones, opta por diferentes actitudes según nuestras acciones. Y ¿cómo y por qué cambiamos nuestras acciones? Nuestras acciones son el resultado de las reacciones que damos a nuestro entorno. Estas reacciones se constituyen en base a ciertas predisposiciones individuales y, sobre todo, al comportamiento formado por las reacciones previas a su entorno a lo largo de la vida de la persona.
Por eso, solemos decir que la gente no cambia básicamente, salvo en caso de experiencias traumáticas, como guerras y otras situaciones extremas. Estas situaciones extremas, nos obligan a reaccionar de maneras nuevas frente a situaciones concretas nuevas y súbitas. Actuamos de manera insospechada para nosotros mismos, de manera heroica o de manera vil y estas acciones cambian toda nuestra personalidad. Ya no somos los mismos. Adaptamos nuestra visión del mundo para justificar o explicar nuestras nuevas acciones.
En ese sentido un cambio se produce cuando actuamos de manera novedosa. Pero esto sólo ocurre cuando reaccionamos a estímulos novedosos, que no necesariamente tienen que ser una guerra o una experiencia traumática. Si el ser humano tuviera que enfrentarse a nuevos seres creados por intervención genética y que no fueran iguales a los humanos, tendría que tomar posición ante ellos. Habría un nuevo reto una situación novedosa. Una oportunidad de replantearse toda la visión del mundo y de qué significan los otros para nosotros. Y esta oportunidad se nos da, porque nos vemos forzados a accionar en esta nueva realidad que se nos ha impuesto.
Esta idea de que nuestra conducta se basa en nuestra reacción a los estímulos externos se plasma también en cuando decimos que los intereses de clase determinan la acción de la persona. Esta no es más que otra forma de decir que según nuestra reacción al entorno (que claro que se determina por lo que consideramos de nuestro interés) es que se determinan nuestras acciones. Por ello si nuestros intereses de clase cambian, es decir, que si, por ejemplo de ser un trabajador asalariado, paso a convertirme en un empresario que tiene que contratar gente para que trabaje para su beneficio, entonces mi reacción al mundo cambiará eventualmente por mis nuevos intereses de clase.
La gente dirá: “Cómo ha cambiado!” Estos cambios son mucho más radicales, si no sólo cambia la situación económica, sino si cambiase también el entorno cultural, familiar, la lengua y otros factores que impliquen nuevas retroalimentaciones en diferentes ámbitos de la vida.
Mientras mayor el cambio de las condiciones concretas de la vida, más posibilidades de un cambio real y una ampliación del horizonte de comprensión del mundo se dan, no solo de la actitud, sino también de los presupuestos filosóficos que subyacen a las visiones del mundo iniciales.
Planteado esto, podemos volver a la 2da pregunta:
2. ¿A qué puede conducir un cambio de actitud?
Tenemos entonces que si somos persistentes, un cambio de actitud nos puede conducir, eventualmente, a adaptarnos mejor a nuestro entorno, sin que esto signifique un cambio en nuestra situación concreta, ni en los presupuestos filosóficos que perfilan nuestra visión del mundo. Si somos esclavos disconformes, un cambio de actitud hacia una actitud más conformista nos puede llevar a tolerar nuestra situación de mejor manera, y si somos empleados pasivos, nuestra actitud rebelde nos puede llevar a poner un poco de chispa a nuestra eventual existencia monótona. Pero estos cambios no conducen por sí solos a un cambio de nuestra realidad concreta. En los casos mencionados, seguimos siendo esclavos o empleados grises.
Esto nos lleva a la 3ra pregunta:
3. ¿Cómo podemos lograr un cambio en nuestras vidas?
El cambio se da por la acción. Pero hacer algo completamente distinto a lo que estamos acostumbrados a hacer, es como dar un salto al vacío. Si renuncio a mi empleo monótono diciendo que de ahora en adelante voy a hacer solo actividades creativas y/o dignificantes, corro el riesgo de que finalmente no pueda hacer eso y tenga que aceptar un trabajo peor y menos remunerado que el que estoy dejando.
Por esta razón los cambios de accionar no se suelen dar porque a la persona se le ocurrió un día cambiar sus condiciones concretas de vida, sino porque las condiciones concretas de su vida cambiaron sin que ella tuviese control sobre ese cambio.
Cabe hacer 2 acotaciones a estos fenómenos.
a) No todas las personas cambian cuando cambian sus condiciones materiales y concretas de vida. Algunas se encapsulan y terminan su existencia antes de adaptarse a su nueva situación. Por supuesto que estas personas permeables al cambio, menos aún habría cambiado por decisión propia si no hubiera habido cambos externos.
b) Es posible, hasta cierto punto, contribuir al cambio de nuestras condiciones concretas de vida, ser artífices de nuestro propio futuro. Esto se logra a través de la actividad organizada por el cambio, es decir el trabajo político, en vistas a un cambio cualitativo de nuestra realidad.
Un cambio de nuestra realidad individual concreta dentro del mismo sistema y el mismo ambiente, difícilmente cambiará nuestra visión del mundo de manera decisiva, ni sus presupuestos filosóficos subyacentes, ya que las reacciones frente a la realidad sólo cambian para el individuo, pero no para sus seres queridos. En estos casos no hay un cambio de la realidad concreta, sino solo un cambio de la relación de un individuo particular frente a esa realidad concreta.
4 ¿Es todo cambio una mejora?
Hemos visto que no necesariamente todo cambio es una mejora. Si cambio para adaptarme a una situación que de facto no me conviene, que por ejemplo es denigrante o injusta, entonces habré cambiado, pero no en mi favor.
Los cambios son mejoras cuando amplían nuestra visión del mundo, cuando nos enriquecen y nos permiten sacar el mayor provecho a nuestra existencia, tanto individual como colectivamente.
5 ¿Cómo podemos mejorar nuestras vidas?
Si lo que nos cambian son nuestras acciones, tenemos que cambiar nuestras acciones. Podemos formar parte activa de este cambio, por una parte tratando de forzar un cambio en nuestra realidad y por otra haciéndonos concientes de nuestros presupuestos filosóficos, para cuestionarlos y probar, en la práctica, formas alternativas de reacción frente a una realidad que simultáneamente tratamos de ir modificando. De esta manera los cambios no se vuelven adaptaciones a una realidad estática y que no necesariamente es deseable, sino que son reacciones a una realidad que nos tiene como sujetos transformadores de ella, lo cual necesariamente implica un constante proceso de aprendizaje de nosotros mismos y por lo tanto un enriquecimiento de nosotros mismos como individuos y con ello, con mayores posibilidades de influir en un cambio social de la realidad.
Volviendo a la pregunta inicial: ¿Cómo puede el cambio de actitud personal mejorar nuestra vida? La respuesta es: El cambio de actitud personal, por sí solo, no puede cambiar mayormente nuestras vidas, ni menos mejorarlas Así los charlatantes del neoliberalismo y la calidad total, así como todos estos libros de autoayuda que se vienen vendiendo, que apuestan a un cambio de actitud para lograr éxito en tu vida personal, no son nada más que engañamuchachos para calmar la frustración de la gente, que tiene la esperanza de mejorar su vida, sin asumir el coraje que se requiere para asumir los riesgos que implica luchar por un cambio real de nuestras condiciones de vida. Y hay que tomar en cuenta, que la actitud de coraje, por sí sola, no es garantía de mejora, sino la acción concreta que pueda partir de esta actitud y su eventual subsiguiente cambio de la realidad concreta.
En ese sentido podemos recordar las palabras de Gonzales Prada:
“El convencimiento de nuestra pequeñez no exime de la acción”[1] (no se puede deducir de la probabilidad de que estemos equivocados, que los demás estén menos equivocados....) “luchemos por nuestras convicciones actuales y hasta ofrezcamos la vida por ellas, sin dejar de esconder en lo íntimo del alma un escepticismo risueño, ni olvidar que, tal vez combatimos por una ilusión o nos sacrificamos por una bobería.“
Este es el arduo camino a la mejora de nuestras vidas.
[1] “¿Qué hacer?” en Nuevas Páginas Libres, p. 352, en: “Manuel González Prada. Obras” en 5 Volúmenes, Lima: Ed. COPE, 1985