¿Cómo Filosofar?
Café Filosófico Nº 506 Carmen Zavala 18.04.09
“Un filósofo: es un ser humano que todo el tiempo se la pasa viviendo, viendo, escuchando, acostumbrándose, esperando, soñando cosas extraordinarias; es alguien que es golpeado por sus propios pensamientos, como si fuesen externos, como si viniesen desde arriba y desde abajo, como si lo golpeasen una suerte de rayos y de acontecimientos muy suyos; es él mismo quizás una tormenta que con rayos nuevos va gestando planes; un hombre fatal, alrededor del cual siempre surgen resentimientos y murmuraciones, se zanjan brechas abismales y suceden cosas molestosas y angustiantes. Un filósofo: ay, un ser que muchas veces huye de sí mismo, que muchas veces se teme a sí mismo, pero que es demasiado curioso como para no «volver en sí» una y otra vez.” Nietzsche, Friedrich, Más allá del bien y del mal, Aforismo 292
La idea predominante de qué es lo que se debe hacer en filosofía o a qué cosa se dedica o qué es un filósofo, ha ido variando a lo largo de la historia de la filosofía. Inicialmente se la define como el amor y la búsqueda de la sabiduría, a la cual se podía uno acercar, según Platón, a través de la dialéctica, esto es, a través del análisis de conceptos (República 498a) el cuestionamiento de toda premisa (533c) y la capacidad de afirmar y refutar con argumentos (República 531e), lo cual le da la capacidad de reconocer la relación entre las cosas (República 537c). Es decir que el amor a la sabiduría, implica la voluntad de aprender, la acción concreta impulsada por la pasión por el conocimiento.
En la práctica los filósofos se reunían a discutir sus puntos de vistas y concepciones del mundo entre ellos y con la gente, procurando vivir de acuerdo a sus principios, pues su reconocimiento no dependía de una élite que otorga o no acreditación académica, sino por su eficacia, utilidad o por la admiración o impacto que causaba en la gente.
Los textos escritos también eran importantes, para transmitir lo que pensaban, pero era un medio de segunda importancia para la evaluación de la importancia del filósofo. Una prueba de esto es el reconocimiento que Sócrates tuvo como filósofo en la sociedad ateniense.
Incluso se cuestionaba explícitamente la reflexión a partir de los textos escritos que marcaría el quehacer filosófico siglos más tarde, pues se consideraba que no tenía mucho sentido ni práctico, ni epistemológico, dialogar con textos que no nos pueden responder.
Platón expresa esta crítica en el mito de Theuth relatado en el diálogo Fedro (275a):
Sócrates: He oído contar pues, que en Naucratis de Egipto vivió uno de los antiguos dioses de allá, aquel cuya ave sagrada es la que llamaban Ibis, y que en nombre del dios mismo era Theuth. Este fue el primero que inventó los números y el cálculo, la geometría y la astronomía, además del juego de damas y los dados, y también los caracteres de la escritura. Era entonces rey de todo el Egipto Thamus, cuya corte estaba en la gran ciudad de la región alta que los griegos llaman Tebas de Egipto, y cuyo Dios es Ammón, y Theuth vino al rey y le mostró sus artes, afirmando que debían comunicarse a los demás egipcios. Thamus entonces le preguntó qué utilidad tenía cada una, y a medida que su inventor las explicaba, según le parecía que lo que se decía estaba bien o estaba mal, lo censuraba o lo elogiaba. Así fueron muchas, según se dice, las observaciones que, en ambos sentidos, hizo Thamus a Theuth sobre cada una de las artes, y sería muy largo exponerlas. Pero cuando llegó a los caracteres de la escritura: "Este conocimiento, ¡oh rey! - dijo Theuth -, hará más sabios a los egipcios y vigorizará su memoria: es el elixir de la memoria y de la sabiduría lo que con él se ha descubierto." Pero el rey respondió: "¡Oh! ingeniosísimo Theuth! Una cosa es ser capaz de engendrar un arte, y otra es ser capaz de comprender qué daño o provecho encierra para los que de ella han de servirse, y así tú, que eres padre de los caracteres de la escritura, por benevolencia hacia ellos, les has atribuido facultades contrarias a las que poseen. Esto, en efecto, producirá en el alma de los que lo aprendan el olvido por el descuido de la memoria, ya que, fiándose en la escritura, recordarán de un modo externo, valiéndose de caracteres ajenos; no desde su propio interior y de por sí. No es, pues, el elixir de la memoria, sino el de la rememoración, lo que has encontrado. Es la apariencia de la sabiduría, no su verdad, lo que procuras a tus alumnos; porque, una vez que hayas hecho de ellos eruditos sin verdadera instrucción, parecerán jueces entendidos en muchas cosas no entendiendo nada en la mayoría de los casos, y su compañía será difícil de soportar, porque se habrán convertido en sabios en su propia opinión, en lugar de sabios."
Fedro : ¡Qué fácilmente, Sócrates, compones fábulas egipcias o de cualquier país que se te antoje !
Sócrates: Era una tradición, querido, del santuario de Zeus en Dodona que de una encina salieron las primeras revelaciones proféticas. Pues los hombres de entonces como no eran sabios como ustedes los jóvenes, tal ingenuidad tenían, que se conformaban con oír a una encima o a una roca, sólo con que dijesen la verdad. Sin embargo, para ti la cosa es diferente según quién sea el que hable y de dónde. Pues no te fijas únicamente en si lo que dicen es así o de otra manera.
La crítica va dirigida pues, a que la escritura pueda llevar a que los estudiosos de la filosofía ya no se interesen por la sabiduría, ni tomen en cuentan quién dice qué cosa, por qué y en qué contexto. Sino que se dediquen a tratar de establecer qué fue lo que un determinado texto quiso decir. Y que crean que el conocimiento de los textos los convierte en filósofos.
Este temor de Platón y/o Sócrates se hace realidad en los siguientes dos milenios, en los que empieza a primar la idea de que el filósofo es una persona que pasando por alguna institución académica se convierte en un erudito conocedor de los textos de la historia de la filosofía con cierta creatividad propia para proponer visiones del mundo alternativas. Si bien la antigua concepción del quehacer filosófico prevalecía no era tomada seriamente como algo que deba marcar la actividad filosófica.
Prevaleció también la idea de que había que separar al filósofo de su propuesta filosófica y se llegó incluso al extremo de sostener que relacionar ambas cosas sería una falacia ad-hominem.
El siglo XXI nos pone ante una serie de nuevas realidades:
- A diferencia de lo que sucedía en al Antigüedad, donde los textos se copiaban a mano, y de la época previa al internet, en la que el acceso a las fuentes y textos, era muy restringido y oneroso, hoy en día hay más textos a libre disposición en línea, de lo que sería posible que alguien leyese durante toda su vida, sin tomar en cuenta que se van redactando cada día nuevos textos más. Esto hace que la erudición sea una habilidad deseable, pero no determinante para un filósofo.
- Las posibilidades de documentar los diálogos filosóficos, en coloquios, entrevistas y demás eventos hacen que estos diálogos, no sean ya eventos efímeros, sino que los convierte en documentos concretos. Documentos superiores en muchos casos a los textos escritos, pues tal como ocurría en la antigüedad, ubican lo dicho por una persona concreta en un contexto concreto dirigido a un público específico.
- La vida del filósofo deja de ser algo alienado de su pensamiento, pues hay mayor posibilidad de acceso directo a la vida cotidiana del pensador a través de la gran cantidad de información pública directa e indireta sobre su vida que circula en internet y a través de documentos visuales y fílmicos. Su pensamiento se convierte en parte de lo que él es y lo que él es se plasma de manera más clara en su discurso y sus textos, lo cual posibilita un mayor crecimiento del filósofo como persona, es decir, le permite una mayor aproximación a la sabiduría.
- El filósofo puede tematizar su propia existencia, incluyendo aspectos psicológicos y prejuicios en él de origen social o biológico, de una manera que antes de las grabaciones de video no era posible, o no lo era con la misma facilidad de hoy en día. El desarrollo económico ha permitido hacer de acceso bastante generalizado estas nuevas tecnologías que aquellos que amamos el conocimiento nos permiten utilizar para conocernos cada día más y crecer como seres humanos.
¿Cómo filosofar hoy?
Sería ajeno a la meta de la búsqueda de la sabiduría, limitarse a la lectura e interpretación de textos, que como las piedras y los árboles en el mito de Platón, no pueden dialogar y responder al intérprete. Las nuevas posibilidades tecnológicas y sociales que la humanidad ha creado (el nuevo desarrollo de las fuerzas productivas), permiten retomar las formas originarias del quehacer filosófico, poniendo el énfasis en la reflexión y el diálogo concretos, con la ventaja de que los diálogos se pueden documentar a través del video y también uniendo pensadores/filósofos a nivel mundial a través del debate directo por internet, permitiendo así el crecimiento colectivo de la comunidad filosófica (que no quiere decir que pretendan siquiera llegar a algún tipo de consenso). A su vez, la filmación por video, permite que nos investiguemos más a nosotros mismos, haciéndonos más concientes de nuestras limitaciones tanto como individuos, como también como seres humanos. Este conocimiento, permite también una visión más rica de las posibilidades del ser humano, de la sociedad y de nuestra relación con la sociedad, y por lo tanto, nos prepara para crear condiciones subjetivas más efectivas para la transformación de la sociedad.
En este sentido filosofar vuelve a ser tomar en serio el amor a la sabiduría, la búsqueda del crecimiento personal (y con ello el colectivo) a través del ejercicio del análisis de conceptos, el cuestionamiento de nuestras premisas, y la comprensión de la relación entre las cosas. Es decir a través de la reflexión y el pensar sobre nosotros y nuestra realidad concreta, y la confrontación de las hipótesis planteadas con nuestra realidad concreta individual y general. La preocupación por publicar en revistas académicas “acreditadas”, puede en cambio ser una actividad lateral del filósofo, que le sirva para mantener su trabajo y poder subsistir y filosofar de verdad, pero la nueva realidad del siglo XXI hace más evidente aun que antes, que es una actividad muy alejada a la búsqueda de la superación del ser humano, al amor a la sabiduría.