Como su nombre bien lo indica la POSTmodernidad es una respuesta a la modernidad entendida como la modernidad de la ilustración, la modernidad que levantó las banderas de la razón y de la ciencia contra la fe y la superstición del medioevo, la modernidad de las grandes revoluciones y las luchas por la independencia, la modernidad de la Revolución Francesa, de la independencia de los países americanos, de la Revolución Rusa, de los grandes avances científicos y tecnológicos, la modernidad de la aspiración universal a una educación gratuita laica para todos, de los derechos humanos universales y de la lucha por el desarrollo intelectual y material de la humanidad en contra de los antiguos régimenes oscurantistas de la Edad Media.
Es contra esta modernidad y sus aspiraciones que se levanta el discurso POSTmoderno, afirmando que las luchas por el cambio no tienen sentido, que no es posible ningún desarrollo, que como no hay posibilidad de ningún conocimiento certero, no se podría afirmar en relación a qué nos estaríamos desarrollando y una serie de afirmaciones más que, de asumirlos, anulan al hombre en su intento de enfrentar satisfactoriamente, para sí, los nuevos retos que depara la globalización económica.
Tanto la Edad Media como la Edad Moderna tuvieron en común que la gente pertenecía, en su mayoría, a sociedades profundamente marcadas culturalmente, en las que el individuo podía estar bastante seguro de ser comprendido por el otro, ya que se solía dar el caso de que personas de una misma sociedad tenían códigos culturales y valores semejantes. Por ello, el “otro” no representaba el enfrentarse a algo diferente o insospechado y los individuos “sentían” que eran comprendidos por los demás miembros de su sociedad. No se sentían “solos”. A medida que va avanzando la globalización en las últimas décadas, y con ello, el mestizaje étnico, cultural y lingüístico esta situación ha cambiado. El individuo se encuentra “sólo” frente a un “otro” del cuál ya no sabe qué piensa, ni cómo reaccionará, y que por lo tanto “siente” que “no lo comprende”. La necesidad de ser comprendido clásicamente la cubría la idea de un dios, al que se le podía contar todo pues él siempre comprendería, y en el caso de que esto fuera un ejercicio demasiado abstracto, la comunicación “directa” con Dios era suplantada por la consejería espiritual que daba el cura, pastor, rabino u otro líder religioso.
Sin embargo, la globalización, a través del mestizaje concreto de los pueblos y culturas y a través de la propagación en los diferentes medios de comunicación de los problemas que surgen del choque entre diferentes valores culturales y religiones, ha puesto en cuestión, ante los ojos de las mayorías, la capacidad de estos consejeros espirituales de “entender” realmente a las personas. De hecho hay una serie de temas que por tabues o posiblemente triviales ni siquiera se le plantearían. La posta ha sido tomada por la sicoterapia, en la que el individuo siente que será realmente escuchado y en la que podrá contar todo lo que realmente lo problematice.
Pero hay problemas de insatisfacción personal que no son meramente sicológicos, sino que surgen de la capacidad o incapacidad del individuo de entender la coyuntura en la que vive y comprenderse a sí mismo y sus posibilidades de realización personal dentro de esta coyuntura. Esta es la tarea de la filosofía: amar la sabiduría, no sólo por amor a la verdad sino también para a partir de este saber, lograr vivir bien, esto es, vivir feliz. El saber es el medio para acceder a la felicidad, tanto coyuntural e individual, como social y general.
Por ello, es necesario tratar de entender la coyuntura en la que vivimos. Retomemos el tema del discurso postmoderno ¿por qué surge , este discurso?
La negación de la racionalidad tiene sus orígenes en el romanticismo europeo que al rescatar los valores irracionales de la nacionalidad y la sensibilidad contra la razón sentó las bases para el pensamiento facista y nacionalsocialista en Europa. En ese marco surge el pensamiento de Heidegger, que sienta las bases del pensamiento postmoderno al impulsar la idea de que “el hombre no habla el lenguaje, sino que “el lenguaje habla al hombre”, es decir, que es la lengua (idioma) que hablamos la que domina nuestro pensamiento y nuestras prácticas. “La lengua (idioma) es la casa del ser”, con ello determina que estamos determinados por el idioma que hablamos, el cual se expresa en nuestra cultura. De esto se induce a deducir que, si tenemos como idioma materno una lengua de una cultura "menos desarrollada" nuestro pensamiento será menos desarrollado porque no podemos salir de la prisión de nuestro idioma. Como los alemanes tenían en el 30' una cultura desarrollada, esto se explicaba entonces por su idioma, que, explica Heidegger, es el mejor adaptado para pensar. Este discurso fue rescatado por el nazismo, lo que llevó al gobierno Nazi a proponer a Heidegger para el cargo de Rector de la Universidad de Friburgo.
Después de la segunda guerra mundial todos los intelectuales que colaboraron con el régimen Nazi, fueron "congelados" por un tiempo hasta los inicios de la guerra fría. Es entonces que la comunidad filosófica retoma a Heidegger y surgen una serie de seguidores suyos, los cuales elaboran esta idea de la imposibilidad del conocimiento y de la dependencia fatal de nuestro pensamiento de la cultura en la que nacimos. Sin embargo, estas teorías no tuvieron mayor acogida ni difusión en el mundo extracadémico, es decir, entre la gente común y corriente, porque la guerra ideológica se centraba en la lucha entre las posiciones a favor y en contra del Socialismo Real y contra el peligro de la difusión de toda filosofía o ideología revolucionarias.
Esto cambió radicalmente, con la caída del Socialismo Real en Europa. El gran "peligro" del comunismo, había desaparecido. Y quedó solo y desenmascarado el capitalismo neoliberal en occidente. Ya no podían justificarse las injusticias inherentes a él, con el argumento de que peor está la gente detrás de la "cortina de hierro". Cualquier persona medianamente inteligente podía darse cuenta, tras una corta reflexión, que no había ninguna razón lógica que justificara que ellos tengan que aceptar las desigualdades en la repartición de la riqueza en las que sustenta el sistema.
La solución a este problema por parte de los grupos de poder fue simple, si utilizando la razón la gente se va a dar cuenta de lo absurdo de las desigualdades sociales y económicas a las que los sometemos, lo que cabe hacer es NEGAR LA RAZÓN como arma de defensa. Y es así que desde fines de los 80', las filosofías más promovidas, publicadas y difundidas en los medios académicos y extraacadémicos son estas "filosofías" POSTmodernas.
De allí resulta la promoción de filósofos como Richard Rorty, que llega a sostener que "la verdad se construye no se descubre", esto es, "La verdad no es más que el éxito que dependería de la capacidad del filósofo o del científico de vender “su producto” o de conquistar un público, a través de un discurso atractivo!” Esto quiere decir, en otras palabras, que el criterio de verdad es definido por si te publican o no las editoriales, es decir, por tus relaciones sociales, tu ubicación en el poder político y/o económico coyuntural en determinada sociedad. Si vendes, es porque dices la verdad, sino vendes es porque no estas con la verdad. Agrega Rorty que no hay una “única descripción correcta” de la realidad, solo hay discursos mas útiles y convincentes que otros para explicar algo. En ese sentido la teoría de Copernico no desplazó a la de Ptolomeo porque la tierra girara efectivamente alrededor del sol, sino porque el discurso de Copernico explicaba mejor y era mas convincente que el de Ptolomeo.
Nos dicen además que “No hay hechos, sino solo interpretaciones.” Y Jaques Derrida llega hasta a afirmar: “No existen leyes universales que gobiernen los movimientos de los cuerpos o los comportamientos de los hombres: nada de esto existe fuera de las teorías, es decir, de un uso particular de los lenguajes humanos.”
El mensaje para las mayorías aquí es claramente el siguiente: no busquen la verdad. No existe ninguna verdad. Cada quien tiene su propia verdad.
Políticamente es altamente conveniente que no se develen los mecanismos de opresión de la globalización económica, para que los procesos de privatización, de agotamiento de las fuentes de materias primas y de asentamiento de los monopolios se lleven a cabo de la manera menos conflictiva posible. Para el individuo que no es consciente del carácter meramente manipulatorio de este discurso las consecuencias para su estabilidad emocional resultarán altamente negativas. Recordemos que la sociedad globalizada ya no es de por sí uniforme por todos los procesos de mestizaje real por los que ha venido atravesando, y por toda la propaganda sobre la individualidad diferenciada que se nos propala por los medios, y que esto ha llevado a que el individuo sienta que no hay seguridad de que el “otro” realmente lo comprenda, y por lo tanto se sienta “solo”. Este sentimiento de soledad no se puede subsanar creando de la nada sociedades culturalmente homogéneas al gusto de cada cual que se sienta solitario, aunque ha habido intentos de ello: israelitas del nuevo pacto, sectas, etc. Acá comienza el campo de acción de la práctica filosófica. Si hemos entendido los orígenes del problema de la “soledad” y la “incomprensión” en la sociedad contemporánea, ahora queda por enfrentar este problema sabiamente, es decir, de la manera más llevable y si es posible, hasta feliz. No negando, ni trivializando el problema, ni haciendo catársis, para olvidar sus efectos, sino reflexionando sobre él, teniéndo presente la repercusión que pueda tener en todos nuestros actos. Lo cual implica un constante proceso de introspección sicológica y epistemológica. Un poco como planteara Edmund Husserl con las reducciones fenomenológicas. Si NO confiamos en nuestra propia capacidad de razonar y de determinar cuáles interpretaciones de la realidad son consistentes y cuáles no, so pretexto de que todas las interpretaciones tienen el mismo peso, terminamos por dejarnos llevar por las interpretaciones y valoraciones que nos difunden los medios de comunicaciones subrepticiamente a través de propagandas, películas, series y noticieros. El sentimiento de aislamiento y soledad permanece. El individuo, en esta circunstancia, trata de hacerle frente emulando las formas que ve en la TV, lo que comunmente llamamos “alienación”. Alienación, porque esas formas no reflejan los contenidos de las preocupaciones reales de la persona, que no se atreve a compartir con nadie, pues cree que nadie la entenderá. En cambio la persona que ha pasado por la reflexión filosófica sobre la realidad y su propia situación en la coyuntura que le tocó vivir, no busca el “reconocimiento” del otro al encontrarse con él, es consciente de que eventualmente mucha gente piensa distinto a él, por las circunstancias dadas, y si encuentra personas que lo “comprendan” disfrutará de ello, pero no dependerá de ellas, en el sentido de que pudiese transformarse para ser aceptado por ellas, si estas personas cambiasen. En tanto estamos hablando de seres humanos con personalidades independientes y firmes, estamos hablando de personas que pueden llegar a organizarse en contra de la injusticia pudiendo defender sus puntos de vista individualmente y eso es lo que a través del discurso postmoderno se quiere impedir.
Justamente para que no podamos denunciar el círculo vicioso de la dominación de los países subdesarrollados frente a los grandes intereses transnacionales, los postmodernos acusan a estos intentos de explicación global de la realidad y a la situación particular del individuo dentro de ésta de ser "grandes metarelatos”, cuando , según ellos la historia no se puede explicar objetivamente. Deleuze afirma así: ”La historia mundial es una historia de la contingencia” El inconsciente funciona como una fábrica, no como un teatro. Por lo tanto el problema en cuestión es el de la producción y no el de la representación. Esto quiere decir, que nosotros producimos lo que creemos es una historia objetiva y de ninguna manera podemos reflejar objetivamente algo que existe o que ha ocurrido "de verdad". El postmoderno Lyotard aclara que "todo modernismo contiene la utopía de su fin. Si se quiere verdaderamente oponer lo moderno a lo posmoderno, se puede decir que éste insiste en la reescritura, mientras que lo moderno insiste en la revolución". Y como lo moderno está obsoleto según los postmodernos, la revolución está obsoleta, la pretensión de luchar por un mundo mejor esta pasada de moda. De lo que se trata ahora es de reescribir la historia a nuestro gusto." Cabe destacar que Lyotard al final de su vida, volvió a sus preocupaciones religiosas de juventud, en un giro que no es raro entre los intelectuales de su generación: su último texto tiene un título revelador: La Confesión de San Agustín. Este mismo interés de los postmodernos de volver hacia el estudio de lo medieval o colonial se ve también entre los filósofos peruanos, incluso en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Este retorno a lo medieval/colonial no es casual.
Nos encontramos ante el eminente derrumbe del sistema capitalista. Esto es evidente incluso para los grupos de poder ahora dominantes, y tal vez para ellos esto sea más claro que para nosotros. Ante esta situación hay dos posiblidades de reestructuración de la sociedad. El avanze y el retroceso. El socialismo o el retorno a un sistema tipo feudal. Todas las películas americanas futuristas apuestan a un sistema feudal. Incluso ha empezado una racha de películas que glorifican los valores del medioevo, tales como "El señor de los anillos", "Harry Potter" (La magia vence a la razón), los cuales parece que nos quieren ir acondicionando para aceptar lo que se pretende proponernos. No se hacen en cambio películas futuristas que muestren un sistema socialista. Hubo una película de ciencia ficción en los años 70 "El planeta de los simios" que parecía indicar una sociedad medio socialistona por parte de los simios del futuro, que habían aprendido de los errores de su pasado. Esta película fue recientemente reeditada en una nueva versión donde definitivamente la sociedad futura de los simios es una sociedad feudal. La intención obviamente es que nadie vaya a pensar ni por casualidad que la alternativa a este sistema pueda ser un sistema socialista, que por medio de la razón y la ciencia levante las banderas del desarrollo para todos. Por ello se combate la razón, la ciencia, la idea de desarrollo, la actividad política organizada, y todo cuanto pueda representar los intereses de las grandes mayorías.
Cabe también resaltar el problema para la salud mental individual que se produce con esto de “reescribir la historia A NUESTRO GUSTO”: con ello se descalifica la reflexión humana, el análisis de los hechos globales y la introspección personal como una cuestión meramente de “gustos”. Esta es una manera de ningunear al otro y a sus esfuerzos racionales. Resulta de esta posición postmoderna que aquel que ha hecho todo un esfuerzo de comprensión de su realidad y de su posición dentro de la coyuntura en la que vive simplemente difiere en el gusto de reescribir la historia de lo que podría hacer un sujeto irreflexivo, una persona con discapacidad mental o un sujeto que abiertamente proponga una interpretación que le sirva para manipular la opinión de la gente para obtener beneficios inmediatos. Se busca desprestigiar la razón burlándose del “Nerd”, y sublimando al limitado mental, como se ve en casi todas las películas americanas de la última década, por ejemplo en el personaje del “Forrest Gump”. Estas polarizaciones tienen un tinte obviamente político, en el sentido expuesto anteriormente.
Finalmente tenemos que enfrentarnos, además a la falacia del discurso postmoderno de que si tratamos de fundamentar nuestras acciones se nos acusará de "fundamentalistas". La única actividad política que quedaría por hacer según este discurso es la actividad política desarticulada con efectos insignificantes e inmediatistas. Tales como la lucha por los derechos de lo "femenino", mas no por las mujeres, por la ecología, pero contra las causas de su depredación (ya que eso sería fundamentalismo, etc. Esto como hemos visto en los últimos tiempos termina tildando a todo el mundo que se opone a cosas concretas o lucha por una propuesta liberadora del hombre como fundamentalista, extremista e incluso hasta terrorista. Porque esta oposición a la fundamentación de los objetivos de la lucha se opone supuestamente a la aceptación de la diversidad con respecto a ello Alain Badiou aclaró en su momento que "el discurso del “Respeto a las diferencias” solo respeta al otro en tanto que lo diferente respete exactamente como yo esas diferencias”, es decir, en tanto que el diferente sea demócrata-parlamentario, partidario de la economía libre de mercado, defensor de la opinión libre, feminista, ecologista, etc.”
Resumiendo, el discurso postmoderno sirve a los que ostentan el poder y pretenden prepararnos para que aceptemos que lo sigan manteniendo aún cuando caiga este sistema. Es el lobo vestido de oveja. La intolerancia y prepotencia disfrazada de apertura y espíritu crítico.
¿Cuáles son las propuestas de la práctica filosófica frente a esta coyuntura y a este discurso? Rescatar la razón, buscar comprender conjuntamente con el otro o los otros, cuál es nuestra situación en la sociedad actual y como lograr vivir nuestra vida de la manera más satisfactoria, en todo sentido, para nosotros. Para ello, es necesario plantearse qué es lo que se quiere de la vida, qué es lo que se espera de la vida y ligada a esta pregunta va cuáles son mis posibilidades en el mundo que me rodea, esto, es cómo funciona la sociedad en la que vivo y cómo puedo lograr con mayor éxito compatibilizar mis objetivos inmediatos individuales con mis objetivos colectivos generales. Esto se viene fomentando en las sesiones de Consejería Filosófica a nivel mundial, aunque muy limitada y solo experimentalmente en el Perú; en los Cafés Filosóficos, que viene a ser una suerte de reflexión colectiva, sobre estos temas y en los programas de Filosofía para niños en los que en comunidades de discusión filosófica se está trabajando en ese mismo sentido, pues mientras más temprano se ejercite la razón, mejor será para una sana marcha de la sociedad.