A veces nos preguntamos de qué depende la felicidad, ¿de nosotros, de la suerte o de qué? Los medios de comunicación tratan de adoctrinarnos de que depende de nuestra propia actitud frente a la vida. Afirman que depende de nosotros si somos triunfadores o perdedores. Y es que en el sistema de economía de mercado en el que vivimos, el criterio de felicidad se rige en términos bélicos, lo cual nos indica que se supone que estamos en una guerra competitiva de todos contra todos, y en la que se trata de sobrevivir con el mayor éxito posible.
Pero, ¿acaso es posible ser feliz en un estado de guerra permanente? Hasta qué punto se puede hablar de felicidad cuando una sobrevive con éxito en una batalla en la que sucumben familiares cercanos, amigos, colegas, etc. A veces confundiendo los términos se dice que de los individualistas que son felices aunque a los demás les parta un rayo. Si analizamos sin embargo lo que el individualista hace veremos que se rodea de objetos de valor, puestos de trabajo bien remunerados, posiciones de poder en la sociedad, una pareja que resalte su poder en la sociedad, y una serie de cosas más que en última instancia se resumen en instrumentos necesarios para recibir la aprobación y admiración de los demás dentro de una situación de guerra competitiva. En otras palabras, esta persona está buscando afecto. Pero en nuestro sistema político económico, el reconocimiento y aprecio por parte de la mayoría sólo está asegurado si tiene una posición sólida de poder dentro de la sociedad. El problema como vemos es aceptar este estado de guerra competitivo como una fatalidad incambiable. Esto nos llevará a buscar el afecto de las personas que al estar de acuerdo con una escala de valores basada en una lucha por mantenerse en una posición de poder, posean ellas mismas una posición de poder, es decir, sean adineradas, sean consideradas atractivas dentro de los márgenes de belleza del mercado, tengan poder político, o posean una combinación favorable de estas características. De allí inevitablemente se terminará en un círculo vicioso, pues se buscará justamente el afecto y reconocimiento del tipo de personas, que representan el poder victorioso del estado de guerra competitiva. Lo cual nos forzará a parecer cada vez más individualistas, pues necesitaremos luchar por más poder económico, político o “de imagen”. El individualista que logra “éxito“ dentro de este círculo vicioso de exigencias cada vez mayores, en la mayoría de los casos dirá de sí que es feliz. Sabemos que el concepto de felicidad para un niño que se ha educado en la guerra y no conoce otra cosa es distinto que para uno que se ha educado en épocas de paz. Es más, estos niños acostumbrados al reconocimiento y premios propios de la lucha por la sobrevivencia y la victoria, se adaptan con dificultad a un mundo donde los premios y el reconocimiento (el afecto) se otorgan por otros méritos. Como vemos se trata en última instancia de una búsqueda de reconocimiento y afecto. Para deslindar habría que plantearse qué es la felicidad en tiempos de paz, siendo paz un estado de ausencia de guerra armada y de guerra fría competitiva.
Los hombres somos felices cuando somos rodeados de nuestros seres queridos y cuando recibimos el reconocimiento de nuestras acciones por parte de los seres que nos rodean, es decir, cuando notamos que lo que hemos hecho y hacemos, agrada al grupo de personas que estimamos. El placer es pues totalmente egoísta, pero requiere para su satisfacción la participación de otros.
Detrás de la propuesta de la realización del hombre a través de la lucha de clase de Marx, no se esconde el deseo de lograr una supuesta justicia universal metafísica, sino la búsqueda concreta de la felicidad para los seres humanos. Por eso Marx no habla del goce justo o injusto del trabajador o del explotador, lo cual implicaría que habría una instancia metafísica a partir de la cual algo sería justo o injusto, o sino, peor aún, significaría reconocer el sistema legal establecido. El goce humano es fundamentado en su obra por la naturaleza misma del ser humano en tanto ser social. Social en tanto es producido por la sociedad, al mismo tiempo que la produce[1] y social en tanto que trabaja socialmente, porque los seres humanos trabajan para beneficiarse los unos a los otros[2].
En tanto que es social y actúa socialmente, disfruta socialmente. Esto quiere decir que cuando un grupo de personas se juntan por ejemplo para preparar unos pasteles, el goce consistirá en el goce común[3] de todos al comerse estos pasteles. Pero también en caso de que una persona haga un pastel sola esta persona no disfrutará comiéndoselo sola, sino pasando un momento agradable con los demás al comerse este pastel. Sobre este ejemplo y las objeciones que se le puedan hacer, volveremos más adelante.
Primero tendremos que volver al
asunto del carácter social del hombre. Marx había afirmado que el hombre
es social porque es generado socialmente y genera a la sociedad y porque actúa
y trabaja socialmente. ¿Pero por qué esto es así? ¿Por qué no vive “robinsoneanamente”
y se junta sólo para procrear, como hacen algunos animales? Marx hace
referencia a este punto:
.
“ La esencia humana de la naturaleza existe solamente para el hombre social, ya que solamente existe para él como nexo con el hombre, como existencia suya para el otro y del otro para él...”[4]
Hay un carácter de necesidad de los unos por los otros. ¿Acaso en el fondo se está postulando una teoría del pacto social , es decir, que porque los unos se necesitan a los otros establecen una suerte de pacto para convivir? Pero el propio Marx señala que postular hombres fuera de la sociedad no tiene sentido, pues nunca se ha dado. Por otra parte ¿cuál es el carácter de necesidad que mantiene a los hombres unidos en comunidad? Un grupo de hombres y mujeres jóvenes podrían arreglárselas muy bien para trabajar juntos y satisfacer sus necesidades sin que esto implicase que tuviesen que hacerse cargo de los hijos que nacen, ni de los miembros del grupo cuando éstos se volvieran mayores o enfermos. ¿Por qué lo hacen entonces? Lo que mantiene unido al ser social es su necesidad de intercomunicación afectuosa con los demás.
Marx se refiere a esto cuando habla de cómo surge la conciencia humana a partir de la necesidad de la intercomunicación con otros seres humanos.[5]
2. Goce social e intercomunicación afectuosa
Con comunicación afectuosa se está haciendo referencia a una intercomunicación en las que ambas partes tiene un interés en la comunicación misma, en entenderse mutuamente a diferencia de la comunicación que sólo sirve como pretexto para conseguir algún objetivo totalmente externo a la intercomunicación misma.
Así por ejemplo cuando alguien agrede a otra persona, se está llevando a cabo una intercomunicación, pero no es afectuosa sino más bien destructiva. No alienta a una reacción racional creativa, sino que pone a la defensiva a la persona. El temor a un nuevo ataque obstaculiza el que la razón se detenga a reflexionar. La razón es coartada por el temor o por traumas causados por éste.
Marx hace referencia a este fenómeno cuando habla de la acumulación de la miseria.[6] En la interrelación de explotación, el hombre es degradado a una situación de miseria, tortura de trabajo y esclavitud que necesariamente van acompañados de ignorancia, brutalización y degradación moral. No es posible activar creativamente la razón dentro de este tipo de interrelación. El hecho de que no terminen totalmente embrutecidos, es que aparte del rezago de familia o grupo de amigos que pueda quedarles como espacio para interrelacionarse afectuosamente y desarrollar creativamente su razón, eventualmente creen espacios alternativos liberadores material y espiritualmente, cosa que analizaremos en el capítulo sobre lucha de clases.
Esta intercomunicación afectuosa a diferencia de una intercomunicación de interés unilateral (donde una de las partes no está interesada en la comunicación) o atacante, permite el establecimiento de un espacio de afecto mutuo, que permite al hombre “bajar la guardia” de los demás sentidos y empezar a usar su razón, la cual será recepcionada y retroalimentada por alguien en esta intercomunicación. Deja de estar a la defensiva para pasar a crear, a producir. Si el hombre siempre tuviera que estar a la defensiva con los que lo rodean para sobrevivir, no podría desarrollar su pensamiento, ni crear. Hay quienes sostienen que es justamente en la “lucha” que el hombre desarrolla más su pensamiento, pues de no tener que luchar no se sentiría mayormente motivado para actuar. Esto es cierto en el sentido de que en los momentos de paz o descanso dentro de una circunstancia de ataque físico o sicológico, el hombre puede desarrollar creativamente su pensamiento, sobre todo si su motivación es preservar su vida o restaurar el espacio de intercomunicación afectuosa (pues el ataque también es una intercomunicación, pero de carácter anulador de la intercomunicación racional) necesario para desarrollar su razón y/o la del género humano. Esto quiere decir que cuando alguien individualmente es agredido, esa persona no desarrolla creativamente su pensamiento durante el momento mismo de la lucha, sino que en todo caso es en los momentos en que no está devolviendo patadas, puñetes o balazos, que se siente motivado a pensar en algo más allá de como preservar su vida o (en caso de que los ataques no tengan intencionalidad letal) en como poder mantenerse dentro de espacios de intercomunicación afectuosa, sin ser interrumpido por estos ataques físicos o sicológicos. Similarmente, si el ataque no es individual, sino a nivel de grupos humanos (clases sociales, razas, grupos políticos, géneros sexuales, etc.), el pensamiento no se desarrolla creativamente en el momento en que se están desarrollando los ataques, sino que lo creativo se desarrolla en los instantes de descanso de la lucha, en los que se desarrolla una intercomunicación afectuosa creativa entre los que luchan juntos contra una fuerza amenazadora común.
Si el hombre tuviese que “luchar” desde su primera infancia nunca llegaría a desarrollarse y quedaría reducido a un retrasado mental. Esto por supuesto no llega a ocurrir, por lo general, porque alguna persona mayor suele asumir la educación del niño, creando el espacio de intercomunicación afectuosa que el niño necesita para empezar a comprender el mundo, es decir, captar por lo menos las nociones elementales de causa y efecto, espacio y tiempo, lenguaje, etc. y eventualmente proporcionarle más conocimientos.
Marx deja entrever esto cuando habla del los “sentidos” del hombre “social”, que son otros que los del hombre “no-social”. Obviamente cuando habla de hombre social en este caso se refiere al hombre educado socialmente, es decir, al que ha aprendido a disfrutar del goce social. El que tiene el oído musical, el ojo que capta la belleza, es decir, el que ha aprendido los sentidos humanos, tanto los cinco sentidos, como los sentidos prácticos : la voluntad, el amor, etc.[7] Claro está, que para aprender estos sentidos humanos, es necesario un cierto espacio de tranquilidad emocional e intercomunicación afectuosa.
Se ve pues que el goce directo unilateral[8], al que todos los hombres aspiran por naturaleza según Hobbes y todos los teóricos que parten de “robinsonadas”, se contradice con la naturaleza humana. Esto se debe como veremos más adelante a que a pesar de haberse educado en familias y estar familiarizados con la comunicación afectuosa desde su primera infancia, estos intelectuales “desconocen” su propia experiencia vivida por estar alienados a tal punto que se imaginan que la competencia auspiciada por el sistema político externo es lo natural y el afecto natural aportado por las especies superiores que viven en sociedad y que recibió en su primera infancia es un artificio romántico eventualmente deseable, pero no necesario. De hecho los niños son educados por personas que no gozan apropiándose de todo ellos mismos, sino que gozan al ver a los niños disfrutar de la comida, vivienda, vestimenta, etc. que ellos le aportan. No gozan necesariamente poseyendo objetos, sino que en este caso gozan observando a estos niños comer, reír, aprender, etc. Es decir que convierten los sentidos y el goce de estos niños en su propia apropiación de los objetos. No debe confundirse esto con el placer masoquista del “sacrificio” de los padres por sus hijos, o el placer de “sentirse más bueno” por haber llevado a cabo un acto de caridad, que son perversiones de una imaginación centrada en el ego, auspiciada por el cristianismo y en la que no profundizaremos aquí. El disfrute consiste pues en la apropiación del hombre de su ser multifacético de modo multifacético y, por tanto, como hombre total.[9]
1 “.., así como la sociedad produce ella misma al hombre en cuanto hombre, es producida por él. La actividad y el goce, como su contenido, son también en cuanto al modo de existencia, sociales, actividad social y goce social.”
Marx, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Méjico D.F. : Ed. Gribaljo, 1968, p.116
[2] “ Endlich, sobald die Menschen in irgendeiner Weise füreinander arbeiten, erhält ihre Arbeit auch eine gesellschaftliche Form.” [ Finalmente, en tanto que los hombres trabajan para beneficiarse los unos a los otros, el trabajo adquiere también su carácter social (traducción propia)]
Marx,
Karl. Das Kapital. Capítulo 1.4,
Berlin: Dietz
Verlag, 1959, p. 77
.
[3] “ La actividad social y el goce social no existen, en modo alguno, solamente en forma de una actividad común directa y de un directo goce común, aunque la actividad común y el goce común, es decir, la actividad y el goce que se manifiestan y exteriorizan directamente en la comunidad real con otros hombres, se harán sentir siempre allí donde aquella expresión directa de lo social tenga su fundamento y sea adecuada a su naturaleza en la esencia de su contenido.”
Marx, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Méjico D.F. : Ed. Gribaljo, 1968, p. 117
[4] idem
[5] [...] die Sprache entsteht, wie das Bewußtsein, erst aus dem Bedürfnis, der Notdurft des verkehrs mit anderen Menschen
Marx, Karl, Die Deutsche Ideologie en: Die Frühschriften. Stuttgart: Alfred Kröner, (?), p.357
[6] Die Akkumulation von Reichtum auf dem einen Pol ist also zugleich Akkumulation von Elend, Arbeitsqual, Sklaverei, Unwissenheit, Brutalisierung und moralischer Degradation, auf dem Gegenpol, d.h. auf Seite der Klasse, die ihr eignes Produkt als Kapital produziert.
Marx, Karl. Das Kapital. Capítulo 23.5, Berlin: Dietz Verlag, 1959, p. 680-681
[7] Marx, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos , op.cit, p.121
[8] “ ..la apropiación sensible de la esencia y la vida humanas, del hombre objetivo, de las obras humanas para y por el hombre, no debe concebirse solamente en el sentido del goce directo, unilateral en el sentido de la tenencia o posesión. El hombre se apropia de su ser omnilateral de modo omnilateral y por tanto, como hombre total. Cada una de sus relaciones humanas con el mundo, la vista, el oído, el olfato, el gusto, la sensibilidad, el pensamiento, la intuición, la percepción, la voluntad, la actividad, el amor, en una palabra, todos los órganos de su individualidad, como órganos que son directamente en su forma órganos comunes, representan en su comportamiento objetivo o en su comportamiento hacia el objeto, la apropiación de éste; la apropiación de la realidad humana, su comportamiento hacia el objeto, es la confirmación de la realidad humana. Op. cit. p.117
[9] idem.